“Cada acción
genera sus consecuencias”
La humanidad
es una incontable familia heterogenia con relación a las cualidades de sus
integrantes, en las que se aprecian los más opuestos caracteres.
A las
personas dotadas de singulares cualidades intelectuales les debemos los
descubrimientos científicos que luego serán aplicados en la técnica o en otras
esferas, inclusive en la medicina la cual ha podido descubrir enfermedades que
permanecían desconocidas e imposibles de diagnosticar. Se ha prolongado así la
duración de la vida humana, sin embargo estos felices y promisorios hechos casi
no despiertan el interés y el apoyo público mientras se difunden en forma
desmedida los negativos y violentos.
Al respecto puede
decirse que lamentablemente en ciertos lugares ocurren actos de violencia de
amplia repercusión generando en sus autores un inexplicable placer, estado de indiferencia
y total irresponsabilidad a pesar de haber perjudicado en muchos casos a víctimas
inocentes.
Sin embargo
en otros lugares privilegiados es acogedora la convivencia por haberse
implementado allí un inteligente sistema educativo y un ordenamiento social
afianzado por una experiencia ancestral por supuesto haciendo uso del libre albedrío
que nos convierte en dueños de nuestro destino. Permanentemente el accionar
humano genera sus naturales consecuencias a las cuales se puede denominar en
forma indistinta. Con relación a la ley de causa y efecto que funciona en forma
independiente de la voluntad humana, puede decirse que siempre genera algún
hecho correctivo aleccionador para el que ha realizado daño al prójimo. Los
sinsabores que sufrimos en ciertas ocasiones, sin conocer su razonabilidad se
deben a hechos que cada uno de nosotros hemos promovido consciente o
inconscientemente en perjuicio ajeno. Los orientales lo adjudican al accionar
del que llaman “karma” mientras que los rosacruces cristianos coinciden en
adjudicarlo a lo que denominan ley de causa y efecto o de consecuencia. Debemos
tener muy presente que en la vida de relación nos resulta lícito hacer valer
nuestros derechos pero sin dañar al prójimo aprendiendo también a respetar las
leyes y disposiciones que la sociedad organizada ha fijado para el
mantenimiento del orden público. No existe la violencia justiciera porque las
consecuencias que genera nuestro accionar o pasividad tienen su natural
repercusión debido a las reglas universales que regulan nuestra conducta, desde
que el hombre existe, el cual debe manejarse siempre con humildad, mesura,
orden y afecto. Las excepciones no existen.
Pedro
S. Tavacca
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