Pedro Segundo Tavacca

miércoles, 1 de junio de 2011

EL AUTOCONOCIMIENTO ( VIII ) - en you tube -


EL AUTOCONOCIMIENTO (VIII)

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“Si la conciencia y la actividad del hombre hállanse
continuamente concentradas en las cosas externas, la
luz que se irradia desde la centella divina desde el
interior del corazón, va debilitándose poco a poco y
desaparece finalmente; pero si se alimenta y aviva el
fuego interno destruye los elementos groseros, atrae a
otros sutiles que hacen al hombre más y más espiritual y
actualizan sus potencias divinas”.”
(Carta Rosacruz Nº I - “Sabiduría Divina”)

Desde hace pocos meses quien escribe, a título personal, efectúa estos comentarios vinculados con un tema no muy frecuentemente comentado, relacionado con lo que oportunamente fue publicado en “Ray from the Rose Cross” (Rayos de la Rosacruz), según la traducción castellana adoptada por la Editorial Kier S.A., bajo el título de: Cartas Rosacruces

Se las agrupó en el cabalístico número de siete, a saber: I) Sabiduría Divina; II) El medio práctico de acercarse a la verdad; III) Verdad absoluta y relativa; IV) La doctrina secreta; V) Los adeptos; VI) Experiencias Personales y VII) Los Hermanos.

¿Qué particularidad presentaban estos escritos de los Hermanos Mayores quienes requirieron en su momento la intervención de Max Heindel para dar a conocer las Enseñanzas Rosacruces, precisamente en los albores de la “Era de Acuario”?
Como aparentemente lo indican los títulos de las Cartas, la mayoría están vinculadas con el difícil Sendero que debemos recorrer los estudiantes, del cual suele decirse que es tan angosto como el filo de una navaja y la Carta que ahora intentaremos comentar someramente, hace referencia a las dificultades que se encuentran en ese arduo camino. Precisamente las Enseñanzas han llegado al mundo entrando la Era de Acuario que influirá ayudándonos para que nuestra mente adquiera mayor profundidad, renovación y florecimiento, en la medida en que podamos recibir y manejar las posibilidades que se nos están presentando.

Concentración en las cosas externas

Al hombre puede resultarle muy atractivo conocer el mundo exterior, sea viajando a los más lejanos lugares, inclusive a la Luna, explorando a través de modernos telescopios los misterios del cielo, profundizando a través de los microscopios de la más alta tecnología los arcanos del átomo o adquiriendo una vasta información sobre materia esotérica, pero a las más grandes revelaciones sólo podrá encontrarlas dentro de sí mismo, como lo dice esta Carta a través de la luz que irradia “la Centella Divina desde el interior del corazón”. Con los términos “Centella Divina” se pretende significar a la divinidad que anida como una chispa de fuego dentro de los seres humanos.
Cuando se hace mención, en la Carta que intentamos comentar, a nuestra relación con las cosas que están fuera de nosotros, quizás podría suponerse que se hace referencia solamente al apego a las cosas materiales como ser propiedades, vehículos u otros bienes, sin embargo se va más allá del hecho de que esas cosas nos manejen en lugar de ser nosotros quienes las manejamos. ¿Por qué el comportarse de esa manera resulta desfavorable? Acá no se trata de hablar de que se está cometiendo una infracción a reglas morales o espirituales sino de que el adjudicar una primordial finalidad a lo material nos resta energías para vincularnos con los más altos niveles espirituales.
Así ocurre cuando consideramos al mantenimiento de nuestro negocio comercial, profesión u oficio, como el motivo principal de nuestro paso por esta vida y podemos agregar la enfermiza ambición que a menudo nos impele a luchar por ocupar posiciones sobresalientes en el ambiente en que actuamos sólo para halagar nuestra vanidad; lo cual ocurre en los más altos, como en los más modestos niveles.
Lo ideal es cumplir con las obligaciones materiales que nuestro destino nos impone brindándole la importancia que merece el aspecto espiritual que es la razón primordial de nuestra existencia. De ahí que puede haber personas que vivan retirados totalmente del mundo material con la finalidad de alcanzar ese objetivo.
Eso no es lo ideal porque lo más difícil y meritorio es vivir en el mundo sin ser del mundo. Así lo hacen los Hermanos Mayores aunque no llevan una vida pública.
Quizás eso es lo que sugiere una anécdota de la que sería su principal protagonista un maestro espiritual de mucha sensatez y sabiduría y al cual mucha gente iba a consultar para contarle sus problemas.
En cierta ocasión fueron a verlo unos viajeros, quienes le expresaron que venían a visitarlo porque estaban de paso en su lugar de residencia. Para iniciar la entrevista el maestro les contestó con suma sencillez: “Les anticipo que yo considero que también estoy de paso”.
Actualización de potencias divinas Esta primera Carta Rosacruz habla del despertar de la “potencia divina” lo cual nos lleva a expresar que la mera acumulación de conocimientos teóricos no nos conducirá a ponernos en su contacto porque uno de los primeros requisitos que hemos de cumplir es limpiar el desorden que con frecuencia impera en nuestro mundo interior. No se trata solamente de adquirir una apariencia de seriedad, o santidad ocupando cargos a los cuales se les ha adjudicado un rango que está más allá de lo simplemente humano. Lo natural y más común es que todos en ciertas épocas estamos en un estado de natural quietud, optimismo y alto nivel espiritual y en otras épocas caemos en momentos de desilusión y negativismo; algo así como pasar del nivel más alto de una ola del mar para caer luego al más bajo. En primer lugar hemos de tomar conciencia de que así como cuando tenemos un desequilibrio físico debemos efectuar estudios o análisis sobre todo nuestro cuerpo, una evaluación casi similar hemos de efectuar con lo que ocurre en nuestro mundo interior. Pero aquí sólo se trata de que cada uno tomemos plena conciencia del desorden, que en mayor o menor medida nos perturba, cuando caemos en contradicciones, animados por el deseo de realización personal o llevando a cabo lo contrario a lo que pregonamos; en síntesis debemos darnos cuenta de lo que ocurre en nuestra esfera psíquica que alcanza una vasta complejidad.
Hemos de llevar a cabo con imparcialidad la observación de lo que en nuestro fuero íntimo a diario estamos generando porque un estado mental contradictorio no se normaliza solamente con realizar el esfuerzo para modificarlo. Sí logramos tomar conciencia de las causas del posible desorden y contradicciones en que podemos caer, con seguridad la observación misma efectuada con sinceridad, comenzará a ejercer su renovadora función. No olvidemos que para que evolucione la humanidad en todos sus niveles se hace necesario el cambio interior de cada uno de sus integrantes.
Este es el objetivo del autoconocimiento que permite que actúe el “fuego interno que destruye los elementos groseros”, tal como puede leerse en la Carta que textualmente expresa que “…hace al hombre más y más espiritual y así se actualizan sus potencias divinas”. Un objetivo similar perseguía Cristo-Jesús el cual instaba reiteradamente a la gente a discernir para alejarla del error, la confusión y el desorden. El autoconocimiento es la más antigua de las actividades que practica el hombre y nos permite girar de la ignorancia inconsciente a la ignorancia consciente para llegar a la sabiduría consciente.
Muy afectuosamente.

Pedro Segundo Tavacca

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